lunes, 11 de abril de 2011

El vestido negro

"Hola, quiero hacer una fiesta el viernes..." , director general, 20:30 miércoles. 

Yo ya estoy en otro planeta.  Imposible, ¿será verdad que me esté invitando a una fiesta el viernes?, "fenomenal" contesto, ilusionada, "díme".  Y sigo volando.  Espero que mi novio me pueda acompañar, aunque con él nunca se sabe, pero seguro que se anima.  La niña.  Mi madre, se lo digo a mi madre, seguro que no le importa.  Es genial que cuente conmigo.

"Si, mira hemos cumplido el objetivo de marzo y me gustaría hacer una fiesta para todos los empleados.  ¿Crees que dará tiempo a organizarlo? En plan bien, tú ya sabes... es poco tiempo, solo un día,  pero ... ¿a qué hora convocamos a todos?"

¡y yo pensando en el vestido negro!

lunes, 28 de marzo de 2011

Haciendo las paces

Soy como Bridget Jones (es que ayer pusieron la peli en la tele y me quedé atónita-- ¿quién narices ha escrito mi vida?), realmente hay algunas diferencias entre nosotras como que yo no soy una prestigiosa periodista, ni mi novio está forrado, ni soy rubia, ni vivo en Londres, ni tengo treinta años.... vamos que mi situación es algo peor que la de Bridget, pero si nos conociesemos nos caeríamos bien, básicamente cambiamos de opinión como de ropa interior.

Estoy confeccionando un catálogo virtual de uso privativo, mental, de mis amores truncados, inaccesibles y olvidados.  No estoy segura de que sea cosa mía, están apareciendo como capullos en la primavera (por favor, aplíquese una lectura entre líneas) o como gotas de rocío sobre la arena del desierto.  Su presencia es fugaz, inquietante y apaciguadora.  No sé por qué aparecen, por qué vuelven, por qué me arrancan una sonrisa lacrimógena y por qué me provocan una ternura infinita.  Alguién les ha convocado y vienen con total libertad, saludan, pronuncian algunas palabras y se marchan. Yo permanezco sentada, sonriendo, haciendo las paces con mis últimos veinte años.
http://www.youtube.com/watch?v=bs73eGP0BEM

martes, 1 de febrero de 2011

Dudas actuales

Esta mañana, al bajar las escaleras de mi adosado hipotecado hasta mis casi sesenta años con una de esas entidades que, parece ser, se tendrán que fusionar antes o después, descubrí un cadáver a los pies del último peldaño.  Mi can abrazaba entre sus culpables garras mis mocasines de tacón vertiginoso, de precio vergonzante, de marca aspiracional conseguida con muchas visitas a la sección de rebajas.  Allí, con un tacón roído hasta el infinito; con una piel desgarrada como la de quién ha luchado a muerte por su vida, yacía mi Balenciaga.  Surgió de mi una resignación sorprendente, lo levanté apenada, con una sensación de descanso (ya no  volvería a desear que me cortaran los pies para dejar de sufrir), sin fuerza (agotada por una lucha que comenzaba ya a primera hora de la mañana) y contenida (sin gritos, sin reproches) entendedora de que el daño irreparable no había sido intencionado.  Y frente al cubo de la basura, me surgió una duda.  Una de esas dudas que te hacen sentir como una incívica ciudadana:  "y esto, ¿en qué cubo lo pongo?: orgánico, envase, vidrio, papel?"  Y ahora, a punto de apagar la luz, me surge otra:"el gommage exfoliante que me he puesto en la ducha... era de micro-pepins o de micro-raisins? No me voy a levantar para mirarlo,  pero se me hace raro que hayan sido minipepinos.  A lo mejor es que pepins es otra cosa.  No sé, porque olía a pomelo dulce con un toque de coco salvaje.  Sabe Dios lo que me he puesto y lo que van a hacer en el vertedero con mis zapatos en la basura orgánica.

miércoles, 26 de enero de 2011

la tiranía cotidiana

Soy esclava de mi coche.  Esclava del aviso de carburante bajo.  Esclava de la presión de los neumáticos.  Esclava de la revisión a los 20.000.  Esclava del seguro anual... y ahora también esclava de la corrosión de la pintura.  Tengo plaza de parking de la empresa: uauhhhh! y disfruto de una nueva ubicación desde el 1 de enero.  Si, ahora aparco justo debajo del WC de los pájaritos.  Así cada tarde, a las 19:00, muerta de frio y deseando llegar a casa, me encuentro el coche mugriento, repleto de cacas de pájaro y pienso :"pero, cómo me voy a montar en eso????", pero claro, a la fuerza ahorcan, y tiro para casa envuelta en desecho ecológico, sin un ápice de glamour.  Pero la cosa empeora cuando mi conyuge me ve llegar.  ¿Has visto cómo llevas el coche? A mí me daría pena ir en una cosa así todos los días.  ¿No tienes dos minutos para llevarlo al tunel de lavado?  Me muerdo la lengua (muy fuerte, tanto que casi sangro) y respondo, mientras me pongo un delantal y beso a mi hija en la frente, :"mañana, mañana, lo lavo".

jueves, 20 de enero de 2011

¿será una cuestión cultural?

Tenemos un chico de Dinamarca en la oficina, se quedará un tiempo; lo que dure la implementación de no sé que historia que lleva unos cuatro meses sin funcionar.  Os lo podéis imaginar, alto, fornido, rubio natural, de unos 33.  Un chico estupendo.  A  veces come en mi mesa y somos simpáticos con él.  Le hablamos de donde salir, del tráfico, lo normal, y nos guardamos muy mucho de comentar información que pueda utilizar en nuestra contra (como quien bloqueó ayer el sistema informático o lo que pagamos por nuestro menú corporativo).  Pues llega por la mañana y no da los buenos días.  Incluso si se cruza conmigo en el pasillo mira al suelo y no emite sonido. ¿Será una cuestión cultural?. Dicen que es muy tímido.  Puede ser, pero tengo la sensación de que con la rubia de 1.80 de mi departamento se siente más cómodo.

lunes, 17 de enero de 2011

frio que pela en la oficina

Pues la razón de razón de escribir el blog no está muy clara, pero aquí estoy (debo confesar que este es mi segundo intento), y si funciona como todo lo que hago, empezaré, probaré y lo dejaré.  Nunca voy a ganar un premio a la constancia, ni a la paciencia, ni al look perfecto.  Si me dieran un premio a algo sería a la normalidad, menudo logro!!!

Sin embargo, la normalidad está muy denostada.  Hay algo maravilloso en ser normal, y sobre todo en sentirse normal.  Es la clave de la felicidad.  Sentirse parte del mundo mundial, sin desencajar.  Definitivamente voy a hacer un esfuerzo de honestidad y contaré los pelos y señales de esta normalidad aparente en la que bioactúo, por dos razones: la primera, para que, si alguién lo lee, pueda ver que las situaciones absurdas, ridículas y kafkianas a las que se enfrenta las vivimos todos y en segundo lugar, para que puedan preguntar sobre sus dudas de normalidad y quedarse a gusto, y por último, se me acaba de ocurrir, para que yo os pueda preguntar que haría una persona normal en mi situación, muy 2.0.

Hoy, el frio de mi despacho (si, tengo un despacho de unos 8 metros cuadrados con vistas a un árbol caduco, una calle y..., lo siento, a un almacén inmenso con tres ventanas y una puerta azul para el acceso de mercancía.... ahh, y veo un cartel granate que dice SOLIMPAR y algo más, que no llego a leer proque no llevo puestas las gafas- es que me quedan fatal y caí en la trampa de compra unas y te regalamos otro par por sólo 1 € más, pena que no se las hayan metido ........, me dan un look terrible entre Rottermeier y progre venida a nada, que se traduce en el lookbook menos atractivo de la historia-) es inmovilizador; no hay quien se mueva, y todo el mundo viene con el comentario "brrr, que frio hace": <aquí te querría ver yo, con los pies congelados y la nariz helada, y encima pretenderán que trabaje...>